Anomalía de Peters: ¿Cómo afecta a los ojos?
05/11/2024
19/07/2017
La pupila, comúnmente conocida como “la niña del ojo”, consiste en un orificio, aparentemente de color negro, situado en el centro del iris, la parte que da el color al ojo. Se trata de una abertura dilatable y contráctil que tiene la función de regular la cantidad de luz que entra en el interior del globo ocular, como si del diafragma de una cámara fotográfica se tratase. El tamaño de la pupila está controlado por dos músculos: el esfínter de la pupila que la cierra y el músculo dilatador de la pupila que la abre.
En condiciones normales, la pupila se dilata y contrae de forma natural. En una visita oftalmológica, frecuentemente es necesario administrar un fármaco en forma de gotas (colirio) para provocar la dilatación pupilar, llamada midriasis.
De esta manera, con ayuda de la lámpara de hendidura y el oftalmoscopio, aparatos para la exploración ocular que incorporan una fuente de luz, y utilizando lentes de aumento, podemos hacer un examen completo y detallado de la retina y otros elementos que se encuentran en el interior del ojo y que no pueden ser observados de otra manera.
Al explorar un ojo sin haber dilatado previamente las pupilas, podemos observar los párpados, la conjuntiva, la córnea, el iris, el cristalino, etc., pero las estructuras que están por detrás de la pupila, como es la retina, solo podrían visualizarse de manera limitada, en su parte central, y no en toda su extensión.
Por ello, la exploración del fondo de ojo con la pupila dilatada es fundamental para diagnosticar diversas enfermedades oculares, como la retinopatía diabética, las oclusiones vasculares de la retina, la degeneración macular asociada a la edad y otras muchas anomalías.
En ocasiones, el oftalmólogo también necesita dilatar las pupilas para medir con exactitud los defectos de refracción (como la hipermetropía) y valorar la necesidad y potencia de los cristales de las gafas, principalmente en niños y pacientes jóvenes.
Para ello, se utiliza un colirio que, además de dilatar la pupila, también relaja y paraliza los músculos responsables de la acomodación, es decir, los que nos permiten enfocar en condiciones normales.
Para conseguir una pupila dilatada, el oftalmólogo debe instilar un colirio en los ojos que tarda unos 15-30 minutos en alcanzar el máximo efecto.
Los colirios midriáticos más utilizados en las consultas de oftalmología son la tropicamida, la fenilefrina y el ciclopentolato. Su efecto puede durar entre 4 y 24 horas, dependiendo del tipo de gota y de la susceptibilidad de cada paciente. Se trata de un procedimiento totalmente indoloro, que puede generar un leve picor que desaparece en segundos.
Los efectos secundarios más frecuentes son la sensibilidad a la luz, fotofobia o deslumbramiento y la visión borrosa, especialmente en visión cercana, manifestada como una dificultad en el enfoque. Ambos desaparecen gradualmente.