La cirugía del iris: avances y aplicaciones
24/12/2024
31/07/2017
Con la llegada del buen tiempo, la población suele acudir masivamente los fines de semana a las playas de nuestro litoral y aumenta la práctica de deportes acuáticos. Es habitual que nos pasemos unas cuantas horas diarias disfrutando de las bondades del calor, del sol y del mar descansando de la actividad laboral semanal.
Durante el periodo estival numerosas personas aprovechan un merecido descanso vacacional en las playas de nuestro país o en las de variados destinos turísticos internacionales.
La exposición continuada al sol y al agua de mar comúnmente provoca una irritación de la superficie ocular, la cual se manifiesta por fotofobia, enrojecimiento ocular, picor y lagrimeo. En general, con el uso de lágrimas artificiales y el empleo de una buena prevención mediante las gafas de sol, los síntomas irritativos suelen ser menores o no aparecer.
Pero en aquellas personas que pasan muchas horas sin la protección adecuada, en contacto con el agua salada y expuestos continuamente al sol, pueden aparecer complicaciones a lo largo de los años como el denominado “ojo del surfista”.
La exposición continua al sol, especialmente en aquellas zonas donde la radiación solar es elevada, conjuntamente con la irritación del agua de mar pueden lesionar la conjuntiva y el limbo esclerocorneal. Esta última zona es la situada entre la periferia de la córnea y la conjuntiva, membrana semitransparente que cubre la esclerótica.
En el limbo esclerocorneal se sitúan las células madre del epitelio corneal o piel de la córnea. Estas células madre limbares se encargan de la renovación de la capa epitelial corneal.
La exposición prolongada al sol y la irritación crónica se suelen localizar en la zona limbar nasal, la parte de la córnea y conjuntiva que están junto a los puntos lagrimales. La radiación UV solar probablemente se concentraría por irradiación directa y por reflexión interna corneal en la zona nasal. Asimismo, la irritación crónica provocaría la liberación de sustancias inflamatorias que se acumularía n en el lago lagrimal nasal. La participación de ambos mecanismos acabaría provocando la aparición de lesiones en la córnea y conjuntiva nasales.
La primera lesión que se puede observar como consecuencia de una irritación crónica es la llamada pinguécula. Es un depósito blanco amarillento sobreelevado de forma triangular del que se pueden observar dos tipos; el tipo I, una pinguécula blanquecina, redondeada y uniforme, sin lesión en el epitelio que la cubre, y el tipo II , más relacionada con la exposición UV y en la que se aprecian inflamación, lesiones epiteliales con producción de colágeno anómalo y mutaciones en las células epiteliales. Este tipo de pinguécula puede originar el llamado pterigion.
El pterigion es la patología ocular conocida como “ojo del surfista” en los países anglosajones. En nuestro país también se conoce como “palmera” o “uñero”. Se observa con frecuencia en personas muy expuestas al sol, como agricultores, o que desempeñan otros trabajos al aire libre, habitantes de países ecuatoriales en los cuales la radiación solar es más intensa y en personas que practican deportes acuáticos expuestos al sol de forma continuada.
Después de un periodo variable en el que ha habido una irritación continuada de la conjuntiva nasal por la exposición UV y por las sustancias inflamatorias acumuladas en la lágrima, se produce una agresión contra las células madre limbares, estas mutan, migran centrípetamente hacia la córnea y empieza a proliferar el tejido conjuntival sobre la superficie corneal, formándose el llamado pterigion.
Se observa como un tejido blanquecino acompañado de vasos sanguíneos que va creciendo, la zona de la conjuntiva nasal está permanente irritada y los pacientes se quejan de molestias, variables en intensidad, como picor, escozor y enrojecimiento.
Existen formas con un mayor componente inflamatorio y mayor velocidad de avance sobre la córnea y otras con un componente cicatricial que no suelen crecer a lo largo de los años. Aunque no se considera una patología maligna, en algunos casos no debemos confundirnos ya que hay carcinomas epiteliales del limbo esclerocorneal que pueden simular en su inicio un pterigion y presentar una agresividad mucho mayor.
En los estadios iniciales se debe instruir al paciente en la necesidad de protegerse de las radiaciones solares con unas gafas adecuadas y emplear colirios lubricantes con frecuencia para disminuir la irritación local y eliminar el acúmulo de sustancias inflamatorias en la lágrima.
Se debe tomar una fotografía del estado del pterigion y realizar controles semestrales o anuales en función del crecimiento. En casos en los cuales se documente una progresión obvia, existan molestias estéticas, una inflamación crónica o una amenaza para la visión porque la cabeza del pterigion provoque astigmatismo o pueda llegar a tapar el eje visual, se debe plantear la opción quirúrgica.
La cirugía consiste en eliminar todo el tejido conjuntival fibroso que ha crecido, limpiar y pulir bien la cabeza que ha crecido sobre la córnea y colocar en sustitución un injerto obtenido de conjuntiva del mismo ojo, muchas veces fijado con un adhesivo biológico sin necesidad de suturas. Con esta técnica en manos expertas el porcentaje de recidivas es menor del 5%.
Debemos ser precavidos si nos encontramos dentro de los grupos de riesgo para desarrollar un pterigion y, como siempre en Medicina, la mejor cura es la prevención. Protejamos nuestros ojos de la forma adecuada con unas buenas gafas de sol y tratemos los signos y síntomas inflamatorios de la conjuntiva con medidas tan sencillas como la limpieza y lágrimas artificiales.
En verano solemos exponer nuestros ojos a una gran cantidad de riesgos como los rayos nocivos del sol, el contacto con el agua y la práctica de algunos deportes que requieren una protección ocular adecuada. El doctor Andrés Picó te ofrece las pautas para disfrutar de las vacaciones con garantías para tus ojos.