El test de osmolaridad: ¿En qué consiste?
22/11/2024
19/01/2017
Durante los meses de invierno, con la llegada del frío y los cambios de temperatura, se dispara la incidencia de gripe y resfriados.
Cuando estamos resfriados, los glóbulos blancos que combaten la infección producen sustancias que inflaman la mucosa nasal y dilatan los vasos sanguíneos de la zona, lo que da lugar a congestión nasal y rinorrea (goteo nasal).
Este mismo proceso va a tener lugar en el conducto lagrimal, que lleva las lágrimas del ojo a la nariz, provocando que el conducto se tape y las lágrimas se acumulen en el ojo. Es por ello que durante la gripe y el resfriado, los ojos están llorosos y presentan lagrimeo, secreciones y sensación de malestar.
En algunos casos, el mismo virus responsable del resfriado puede dar lugar a la aparición de conjuntivitis, que consiste en la inflamación de la conjuntiva, es decir la membrana transparente que recubre parte del globo ocular y la porción interna de los párpados.
Entre sus principales síntomas, destacan el enrojecimiento ocular, dolor de ojos, picor y sensación de cuerpo extraño, hinchazón de párpados, lagrimeo y secreciones blanquecinas.
Como en el caso de la gripe y el resfriado, no existe tratamiento específico para frenar el virus, pero sí una serie de recomendaciones que pueden ayudar a controlar los síntomas, evitar el contagio y prevenir la aparición de complicaciones.
En la mayoría de los casos la conjuntivitis vírica tiene una evolución benigna, pero en caso de empeoramiento de la sintomatología o deterioro en la visión, os recomendamos acudir a vuestro oftalmólogo especialista para valorar el tratamiento más adecuado.