La cirugía del iris: avances y aplicaciones
24/12/2024
01/04/2019
Como a muchos niños, le diagnosticaron miopía de pequeña, a los siete años. La graduación, que al principio era baja, fue subiendo con el paso de los años hasta llegar a cinco dioptrías en cada ojo. Así fue como, a los 27 años, Marta comenzó a usar lentillas: “Me daba aprensión tener que tocarme el ojo, pero la verdad es que el cambio fue espectacular. Era mucho más cómodo y, una vez me las ponía, no tenía ningún límite a la hora de ver”.
Las lentes de contacto fueron su gran remedio durante muchos años: “Reconozco que he abusado un poco de ellas”, confiesa Marta. Sin embargo, después de más de una década de uso prolongado, su ojo comenzó a rechazar las lentillas: “De repente, mi ojo comenzó a estar bastante seco. Me empezaron a salir pequeños orzuelos y comencé a notar muchas molestias, así que decidí venir al Centro de Oftalmología Barraquer”.
Tras verse obligada a apartar las lentes de contacto y volver a usar las gafas, Marta comenzó a plantearse la cirugía refractiva láser. Recuerda que la intervención “era algo impensable” al principio por el miedo que le generaba. Pero la confianza que le inspiró el personal del centro y los beneficios de la operación hicieron que Marta decidiera dar el paso.
Durante las pruebas preoperatorias, el doctor Lamarca observó que la paciente tenía el ojo más seco de lo normal y, valorando las distintas técnicas, finalmente él y Marta optaron por la técnica SMILE (Small Incision Lenticule Extraction) puesto que era la menos agresiva para ella. Aunque la recuperación sería algo más larga, el resultado iba a ser más efectivo.
Tras la intervención, que se realiza de forma ambulatoria, Marta se ha despedido de las gafas. Algo tan simple como abrir los ojos por la mañana y ver son algunos de los aspectos de su día a día que más valora ahora. No es de extrañar que Marta afirme que eliminar la miopía con cirugía refractiva láser es una de las mejores decisiones que ha tomado.