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La cebolla es un vegetal que absorbe azufre del suelo donde está cultivada. Al cortarla se rompen sus moléculas, por lo que sus componentes se evaporan y se dispersan en el ambiente. Concretamente los aminoácidos sulfóxidos se convierten en gas de azufre que, al contacto con la superficie ocular, produce irritación y lagrimeo reflejo.
Así pues, cuando cortamos cebolla lo que provocamos es que se desprenda el azufre que contiene y nuestro sistema ocular se protege del ácido sulfúrico para evitar un daño mayor para los ojos. Por este motivo, esto no ocurre si manipulamos la cebolla entera.
¿Podemos evitar que nos lloren los ojos?
No podemos evitar que la cebolla desprenda el azufre que tiene almacenado, pero sí podemos seguir algunos consejos para reducir el lagrimeo que nos provoca. Uno de los trucos más eficaces es el uso de unas gafas protectoras totalmente herméticas que eviten que el gas de azufre contacte con la superficie de nuestros ojos. También se recomienda emplear un cuchillo que tenga la hoja bien afilada, ya que cuanto más limpio sea el corte, menor será la cantidad de azufre que se vaporice en el aire.
En el caso de que sea posible, se recomienda también encender el extractor durante la manipulación de la cebolla para eliminar parte del gas de azufre presente en el ambiente. Asimismo, lavar o congelar la cebolla antes de cortarla reduce la presencia de estos químicos y disminuye su efecto irritante para la superficie ocular. Sin embargo, estos procesos afectan el sabor y la textura de la cebolla.
Doctora Paola Sauvageot, oftalmóloga del Centro de Oftalmología Barraquer.