Vitrectomía: ¿Qué es y cuándo se realiza?
24/10/2024
La uveítis consiste en una inflamación en el interior del ojo que afecta a una o más de las tres partes de la úvea: iris (que da el color del ojo), cuerpo ciliar (detrás del iris, donde se produce el humor acuoso) y coroides (por detrás de la retina). Es responsable del 10-15% de los casos de ceguera en países desarrollados y se puede presentar a cualquier edad, siendo más frecuente en pacientes jóvenes o de mediana edad.
Las uveítis se clasifican según su localización anatómica en uveítis:
Las uveítis cursan con diferentes síntomas dependiendo de su localización. Las anteriores e intermedias presentan enrojecimiento y dolor ocular, lagrimeo, fotofobia (intolerancia a la luz) y visión borrosa. Por otro lado, las uveítis posteriores suelen presentarse con miodesopsias (percepción de moscas volantes) y pérdida de visión variable según el tamaño y localización de las lesiones.
La inflamación puede aparecer solo en un ojo o presentarse en ambos (simultáneamente o separados en el tiempo). Puede presentarse de manera aguda y repentina o tener un curso crónico con un inicio más gradual y una mayor duración del cuadro. Las recurrencias o recaídas pueden ser frecuentes.
El origen de la inflamación intraocular puede ser muy diverso. Una uveítis puede reflejar una enfermedad que está ocurriendo en otras partes del cuerpo y que quizás haya pasado desapercibida, convirtiéndose en una señal de alarma.
Dividimos las causas de uveítis en infecciosas y no infecciosas. Entre los agentes infecciosos que pueden provocar una inflamación intraocular destacan los virus (como el herpes), las bacterias (como la tuberculosis o la sífilis) o los parásitos (como la toxoplasmosis).
La toxoplasmosis es la causa infecciosa más frecuente. Este parásito, que se ingiere a través de carne o vegetales contaminados, se enquista en la retina provocando una coriorretinitis que, una vez curada, deriva en la aparición de una cicatriz. Cuando esta se produce en la mácula (parte central de la retina), la pérdida de visión que origina es severa.
Las uveítis de origen no infeccioso pueden afectar únicamente al ojo o estar relacionadas con enfermedades generales como la artritis idiopática juvenil, la espondilitis anquilosante, la enfermedad de Behçet, la enfermedad inflamatoria intestinal o la sarcoidosis, entre muchas otras.
Se debe tener en cuenta que en cerca de un 35% de los pacientes no se llega a encontrar nunca la causa u origen exacto de la inflamación y se consideran uveítis idiopáticas.
El tratamiento de las uveítis dependerá de la causa subyacente de la inflamación y debe iniciarse lo antes posible. En algunas uveítis de origen infeccioso el tratamiento con antibióticos puede ser curativo.
En la mayoría de los pacientes, los corticoides son la base del tratamiento en la fase aguda, pudiéndose utilizar en forma de colirio, de inyecciones alrededor o en el interior del ojo, o por vía sistémica (oral, intramuscular o intravenosa).
En algunas uveítis de origen inmunológico, crónicas, de difícil manejo o con complicaciones derivadas del uso de corticoides, puede ser necesaria la utilización de fármacos inmunomoduladores para controlar la inflamación (durante un tiempo prolongado o incluso durante toda la vida). Algunos de estos fármacos pueden tener efectos secundarios que requieren un seguimiento estrecho.
En algunos casos puede ser preciso realizar una intervención quirúrgica con fines diagnósticos o para tratar algunas de las complicaciones asociadas a la inflamación intraocular (sobre todo en las formas crónicas), como son la catarata, el glaucoma, la opacidad persistente en el vítreo, las hemorragias intraoculares o el desprendimiento de retina.