La cirugía del iris: avances y aplicaciones
24/12/2024
25/03/2020
Una alimentación equilibrada y proporcionada significa salud, también a nivel ocular. Cada día tenemos mayor evidencia de la influencia que tienen los hábitos nutricionales: se estima que el 70% de las enfermedades tienen su origen en una alimentación deficiente y que el 50% de la mortalidad está relacionada con factores nutricionales.
Si nos fijamos en la vista, alrededor del 80% de las alteraciones oculares se pueden prevenir con unos buenos hábitos. De hecho, existen estudios que han podido demostrar el efecto protector del consumo de vitaminas, antioxidantes y otros micronutrientes ante patologías oculares como las cataratas, el glaucoma, la degeneración macular asociada a la edad (DMAE) y el síndrome del ojo seco.
Afecciones que podemos prevenir
La clave está en el equilibrio, ya que los trastornos en la dieta pueden influir por exceso o por defecto. Por ejemplo, el déficit de vitamina A puede derivar en ceguera nocturna, mientras que la falta de vitamina B12 puede hacerlo en fotofobia, alteraciones corneales y neuropatías ópticas.
De la misma forma, una ingesta excesiva tiene como consecuencia obesidad, hipertensión arterial, diabetes mellitus e hipercolesterolemia, enfermedades que repercuten muy negativamente en nuestros ojos, pues aceleran la progresión de determinadas patologías oculares.
El 70% de las enfermedades tienen su origen en la alimentación y el 80% de las alteraciones oculares se pueden prevenir
Las reglas básicas
Si conseguimos cumplir con los siguientes propósitos daremos a nuestro organismo todo lo que necesita:
Aumentar la ingesta de antioxidantes es realmente necesario, pues numerosos estudios demuestran su efecto protector en los ojos y el resto del organismo. En particular, la luteína –un ingrediente natural que encontramos en muchas verduras, hortalizas y frutas– parece ser uno de los más importantes por secuestrar los electrones libres, reduciendo la formación de radicales. Además, resulta una proteína vital para nuestra retina.
La influencia del entorno
Durante millones de años, nuestros fotoreceptores –las células de la retina que absorben la luz– han funcionado en condiciones constantes: la única fuente luminosa era el sol, cuyas horas de luz limitaban el tiempo de trabajo de nuestros ojos. Además, la alimentación era sencilla y basada en productos naturales.
Con el tiempo, la anatomía y fisiología del ojo han evolucionado. Tanto, que ahora funcionamos entre 12 y 16 horas diarias bajo iluminación artificial de diferentes tipos, sometiendo nuestros ojos a un esfuerzo increíble. También la alimentación ha empeorado, reduciendo la ingesta de fruta y verdura, que antes aportaban agentes antioxidantes protectores, y aumentando el consumo de grasas y carbohidratos. Con ello han crecido también las dislipemias, es decir, la concentración de lípidos en sangre, fundamentalmente colesterol y triglicéridos.
Para colmo, el entorno también se ha deteriorado con la alteración de la capa de ozono y el incremento de radiación azul, generando radicales libres en el ojo y provocando un envejecimiento precoz. Además, el humo, el estrés psicofísico y la polución atmosférica y ambiental también repercuten muy negativamente en la salud ocular. Para compensar este estilo de vida, además de seguir unas correctas pautas de higiene ocular, debemos cuidar nuestros ojos con una buena alimentación.