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Volvemos al tema de las ilusiones en el arte, campo en el que la habilidad para engañar a la vista, considerada desde antiguo sinónimo de calidad, conserva vigente toda su capacidad de fascinación.
La palabra trampantojo deriva de “trampa ante el ojo” o del francés “trompe l’oeil” (engañar al ojo). Se refiere a las técnicas artísticas que intentan engañar a la vista jugando con la perspectiva y otros efectos ópticos.
Posiblemente la primera obra con trampantojo de la historia fue la que decidió el desafío entre los dos mayores pintores de la antigüedad clásica.
Según relata Plinio el Viejo, el griego Zeuxis creó un bodegón tan convincente “que los pájaros intentaban picotear sus uvas”, pero tuvo que admitir su derrota tras pedir a su rival Parrasio que “descorriese las viejas cortinas” (que en apariencia cubrían la obra de este), para caer en la cuenta de que las propias cortinas eran la pintura. Si Zeuxis engañaba a los pájaros, Parrasio logró engañarle a él.
A partir del Renacimiento el trampantojo se adueña de murales y bóvedas por medio de perspectivas ilusionistas. En los cuadros, a menudo se crea la ilusión mediante pequeños detalles como la superposición a un falso marco de parte de la figura o de un pormenor, un doblez en un papel o el sombreado de un objeto que parece así sobresalir de la pintura. Naturalmente los surrealistas retomaron el trampantojo como medio para hacer una crítica del propio significado de la pintura.
Hoy día el trampantojo es recurso usual en ilustración, cine o decoración, como es el caso de la de paredes medianeras. En Barcelona, una de las más célebres es la del nº 5 del Carrer dels Enamorats, en la parte baja de la Diagonal. Realizada en 1992 por el colectivo francés La Cité de la Création, imita una fachada modernista del Eixample, con sus tiendas y balcones en los que se asoman personajes ilustres que han vivido en la ciudad: Antoni Gaudí, Pablo Picasso, Cristóbal Colón, Mercè Rodoreda, Francesc Macià o Mossèn Cinto Verdaguer. En un balcón del tercer piso, a la derecha, podemos ver al Profesor Ignasi Barraquer, en bata blanca y acompañado de su guepardo. Al contemplarlo, es difícil no preguntarnos ¿qué se esconderá tras la ventana de ese balcón? Como observara el psicoanalista Jacques Lacan, el mito de Zeuxis y Parrasio revela un interesante aspecto de la cognición humana: a los animales les atraen las apariencias superficiales, a los humanos la idea de lo que está oculto.
Profesor Rafael I. Barraquer, director médico del Centro de Oftalmología Barraquer