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Si alguna vez te has hecho las anteriores preguntas, te invitamos a escuchar Bebés y niños: el reto de revisar su visión #5, el último capítulo de Descansa la Vista, el podcast del Centro de Oftalmología Barraquer. En él charlamos con Susana Escalera, una de las especialistas en optometría pediátrica de Barraquer, donde se visitan 14.000 niños al año.
Susana se gana la confianza de los 25 o 30 niños que cada día pasan por su consulta. De su experiencia depende que estos mini pacientes sean revisados de forma satisfactoria. Tal y como dice ella misma, “el 80% de la información que recibimos del exterior es visual, por lo que asegurar una buena salud visual, sobretodo en la edad escolar, es clave para el desarrollo”.
Cuidar la experiencia del paciente pediátrico
El Centro de Oftalmología Barraquer dispone de un equipo especializado únicamente en niños. Aunque la recomendación general es iniciar las revisiones optométricas y oftalmológicas a los dos años, existen pacientes más pequeños que ya desde bebés presentan alguna anomalía –advertida por el pediatra o por los propios padres– y son tratados desde bien pequeños por este equipo. “Si existen antecedentes familiares de alguna patología ocular, podemos revisar incluso a bebés de semanas de vida”, asegura Susana.
En pacientes tan pequeños, las revisiones están muy adaptadas a cada etapa del desarrollo visual. Los recién nacidos resultan fáciles de explorar, aunque la tarea se complica en bebés mayores, de uno o dos años, que ya se mueven mucho pero que no colaboran porque aún no entienden lo que sucede. Estos niños no son capaces de decir qué es lo que ven, por lo que la labor del optometrista cobra una vital importancia: de su habilidad depende que se pueda determinar el estado del funcionamiento visual.
“Muchas veces, cuando el niño está ya muy cansado, tenemos que hacer lo que sea necesario. Jugar a ser piratas si toca colocar un parche o incluso revisar la vista de niños muy pequeños mientras son amamantados por su madre son recursos a los que recurrimos con tal de poder determinar, por ejemplo, su graduación”, confiesa la optometrista. Porque, además del rigor profesional, para este equipo es muy importante cuidar la experiencia del niño como paciente: “No queremos que sientan que están en el médico. Ellos perciben las visitas como un lugar al que vienen a jugar porque nuestro objetivo principal es que estén a gusto”.
También se adaptan las pruebas. Si en las revisiones de adultos se mide la agudeza visual con la conocida prueba donde el paciente tiene que describir una consecución de letras de distintos tamaños (test de Snellen), en niños se emplea según la etapa un test donde aparecen una serie de dibujos reconocibles por los más pequeños, o bien el test de Teller en bebés que no hablan, pues se muestran unas láminas con unas líneas y es el profesional el que toma nota de la colocación de los ojos del pequeño.
La función del optometrista
El optometrista es el encargado de comprobar que hay un buen funcionamiento del sistema visual, es decir:
Optometrista y oftalmólogo tienen un papel diferenciado, siendo la función del primero fundamental, y juntos forman un tándem que se complementa. El optometrista es la primera persona con la que se visita el paciente, por lo que recibe todas sus inquietudes y las anota para proporcionar al oftalmólogo la máxima información. Posteriormente, el oftalmólogo realizará la exploración ocular y, junto con la información previa del optometrista, podrá realizar un diagnóstico médico: determinar si el ojo está sano o si, por el contrario, hay la existencia de alguna alteración o patología para la que prescribirá tratamiento.
Charlamos con nuestra optometrista pediátrica Susana Escalera, que recibe en su consulta unos 30 niños al día. De su experiencia y habilidades depende que la visión de estos mini pacientes, algunos de los cuales son aún bebés, sea revisada de forma satisfactoria. Parece una tarea sencilla pero no lo es en absoluto.