Uso ilícito y manipulación de la imagen de la doctora Elena Barraquer
23/12/2024
04/08/2023
Los defectos refractivos son afecciones oculares comunes que afectan la capacidad del ojo para enfocar correctamente la luz, lo que puede provocar una visión borrosa o distorsionada. Exploraremos cada uno de estos defectos, cómo afectan la visión y cómo se pueden corregir.
Es importante aclarar una confusión común entre dos términos relacionados pero distintos: la agudeza visual y la graduación (corrección óptica) de las gafas.
La agudeza visual es la medida de la capacidad para distinguir entre dos puntos diferentes a una determinada distancia. Hay varias escalas, y comúnmente (pero de forma errónea) se le llama porcentaje de visión, porque en nuestro entorno se usa una escala entre 0 y 1. La medimos con y sin gafas, pero la más útil es la medida con la mejor corrección posible, porque nos da idea de cómo está funcionando el ojo.
La graduación es la medida de los "defectos" ópticos de un ojo, una fórmula a partir de la que se construyen las gafas. Tiene esta forma: 90° (eje de astigmatismo) -1.25 (potencia de astigmatismo) +2.00 (defecto esférico, en este caso hipermetropía). Se puede escribir de varias formas, el eje de astigmatismo se puede dar en positivo o negativo, pero la miopía siempre se da en negativo y la hipermetropía y presbicia en positivo.
Entonces, ¿qué factores determinan si un ojo necesita graduación para ver bien? ¿Qué es ver bien? Para ver una imagen definida, la luz tiene que enfocarse en el plano de la retina con la menor dispersión posible, preferentemente sobre mácula y fóvea (porque es el área de mayor concentración de receptores). Lo que determina dónde se enfoca la imagen es la relación entre el sistema de lentes del ojo y la distancia entre el vértice corneal y la fóvea (llamada longitud axial).
En cuanto a lentes, las más importantes son córnea y cristalino. La lágrima, el humor acuoso y el vítreo también tienen influencia pero a efectos prácticos es mínima. Si el ojo es más largo o las lentes muy potentes (respecto a la relación que tienen), la imagen se enfoca por delante de la retina. Decimos que el ojo es miope.
Para corregir el enfoque usamos una lente divergente, que resta potencia al conjunto, por eso por convención se usa el signo negativo para la miopía.
En el caso contrario, si la imagen se enfoca (teóricamente) por detrás de la retina, porque el ojo es corto o las lentes tienen poca potencia hablamos de hipermetropía.
Para compensar la hipermetropía usamos lentes convergentes, que añaden potencia al conjunto.
Es relevante tener presente que no estamos teniendo en cuenta el proceso de acomodación del ojo. Estamos considerando luz que viene de más allá de uno o dos metros de distancia, lo cual para el ojo es como el infinito en condiciones normales. A veces el ojo acomoda cuando no debe y podemos tener hipermetropía oculta (compensada por la acomodación, por eso si se tienen pocas dioptrías a veces no hacen falta gafas mientras no genere síntomas) o miopía "falsa" (como la que típicamente puede aparecer tras unas oposiciones, por ejemplo). Esto puede causar, principalmente, dolores de cabeza por el esfuerzo, y solo pueden ser diagnosticados por un oftalmólogo, ya que requieren una prueba bajo efecto de unas gotas llamada cicloplejia.
Desde el nacimiento empezamos a perder acomodación (capacidad de enfocar objetos cercanos, menos de 1 metro). Pero es a partir de los 40-45 años que empieza a notarse significativamente, ya que la capacidad y la necesidad de ese esfuerzo se igualan sobre esa edad. Es la presbicia o vista cansada (no confundir con cansancio visual). A efectos prácticos lo que la define es la necesidad de cambiar de graduación entre cerca y lejos. Se comporta como la hipermetropía, por eso la lente también es convergente (positiva). Por esa razón, es común que las personas con miopía prescindan de sus gafas para la visión cercana a partir de esa edad.
El astigmatismo es un poco más complicado, porque hay que considerar que el ojo es una estructura tridimensional, no una lente plana. Básicamente aparece cuando los rayos de luz se desvían de forma diferente según el punto donde entran al ojo.
Esto es así porque el ojo no es una esfera perfecta, y cuando está "suficientemente achatado" el sistema visual se comporta como un toroide. Si cortamos una sección del borde de un toroide o "donut" y lo usamos como lente, veremos que no desvía la luz igual en todos sus puntos. Será más potente en un eje y progresivamente menos según rotamos a 90°, perpendicular al eje original.
Por ese motivo la fórmula de la graduación incluye el eje del astigmatismo: estamos diciendo qué potencia debemos aplicar en cada punto de la lente para compensar la desviación. Y podemos usar signo positivo o negativo: solo debemos indicar a qué eje nos referimos.
En conclusión, los defectos refractivos como la miopía, la hipermetropía, el astigmatismo y la presbicia son afecciones comunes que afectan la capacidad del ojo para enfocar correctamente la luz. Afortunadamente, estos defectos refractivos se pueden corregir generalmente utilizando lentes, como gafas o lentes de contacto, que compensan las irregularidades ópticas del ojo y mejoran la calidad de la visión. Es importante realizar exámenes de la visión regulares con un oftalmólogo para detectar y corregir cualquier patología o defecto refractivo y garantizar una visión óptima en todas las distancias.
Dr. Alberto Lozano, oftalmólogo del Centro de Oftalmología Barraquer
Casi todos los usuarios de gafas y lentillas se plantean alguna vez reducir su graduación con las técnicas refractivas. En este capítulo les explicamos todas las opciones y les ayudamos a saber cuándo vale la pena operarse, quién es un buen candidato y por qué es tan importante elegir dónde hacerlo.