La apnea del sueño y su relación con el glaucoma
12/06/2024
Mediante la cirugía filtrante de glaucoma (trabeculectomía, o bien esclerectomía profunda no perforante), o bien a través de la implantación de dispositivos valvulares, se pretende favorecer el drenaje del humor acuoso y, por tanto, controlar la presión intraocular, estabilizándola durante las 24 horas del día y evitando fluctuaciones.
Las llamamos técnicas filtrantes porque precisamente lo que hacen es ayudar a “filtrar” el líquido intraocular (humor acuoso) en su flujo de salida del ojo, creando nuevas vías de desagüe del mismo.
Normalmente se decide recurrir a la cirugía filtrante cuando el paciente ya no responde al tratamiento con colirios hipotensores o presenta intolerancia a los mismos.
Muchas veces se opta por la cirugía como tratamiento por encontrase la enfermedad glaucomatosa en una fase muy avanzada en la cual la cirugía puede ofrecer un control tensional más estable evitando picos hipertensivos (sin fluctuaciones).
Otro supuesto sería el de no poder aplicarse procedimientos con láser o no ser suficiente con estos.
Mediante la cirugía filtrante (trabeculectomía, o bien esclerectomía profunda no perforante), o bien a través de la implantación de dispositivos valvulares, se pretende favorecer el drenaje del humor acuoso y, por tanto, controlar la presión intraocular.
La técnica quirúrgica más comúnmente aplicada es la trabeculectomía. Se trata de una cirugía llamada filtrante, porque lo que intenta es crear un drenaje o fístula que permita la salida del líquido intraocular o humor acuoso sin obstáculos hacia el espacio subconjuntival.
Existe también otra técnica filtrante alternativa a la trabeculectomía llamada esclerectomía profunda no perforante.
Como diferencia más destacable entre ambas, es que en esta última no se hace una apertura completa de la fístula creada y, al no “abrir” del todo evitamos descompresiones bruscas; sin embargo suele requerir la apertura posterior mediante láser en alrededor de un 20–40% de los casos, que suele realizarse bajo anestesia tópica y ambulatoriamente. Además, para mantener el drenaje abierto se suele emplear un implante (o material estéril de diferentes composiciones).
Otra técnica quirúrgica para el abordaje del glaucoma serían los dispositivos de drenaje valvular, reservados para casos en los que se desaconsejan o no pueden aplicarse las anteriores técnicas. Todas ellas requieren realizarse en quirófano en condiciones de asepsia.
Cabe mencionar que en la mayoría de técnicas filtrantes para el tratamiento del glaucoma se emplean sustancias anticicatrizantes que intentan evitar la fibrosis y posterior cierre de la fístula creada. Las más empleadas son la Mitomicina-C y el 5-Fluoracilo.
El resultado deseado de estas técnicas quirúrgicas es el que consigue controlar la presión intraocular, estabilizándola durante las 24 horas del día y evitando fluctuaciones, contribuyendo así al control de la enfermedad glaucomatosa y evitando su avance.
Asimismo puede prescindirse del tratamiento con colirios hipotensores en un porcentaje mayoritario tras la cirugía aumentando la calidad de vida de los pacientes.
Llegar a conseguir estos resultados va a depender del tipo de glaucoma que padezca el paciente, del estado anatómico previo del globo ocular y de la técnica quirúrgica empleada. No todas las técnicas tienen el mismo nivel de eficacia, aunque como en la medicina en general, ninguna de ellas puede ofrecer una garantía del 100% de éxito.
Cuando hablamos de cirugía de glaucoma, el principal riesgo asociado es el que implica la pérdida de eficacia a largo plazo. La cicatrización (el poder de cerrar heridas que tiene el cuerpo) es el principal enemigo de la cirugía filtrante. Es por ello que en la mayoría de técnicas se emplean sustancias anticicatrizantes para intentar revertir este potencial que tiene cualquier cuerpo sano.
Otros riesgos asociados a la cirugía de glaucoma son la hipotonía por filtración excesiva, la aparición de poros en la herida quirúrgica que requieran suturas complementarias o las hemorragias.
Los riesgos principales más importantes, pero a su vez, poco frecuentes son la infección y el sangrado profuso.