Inicio escolar: salud ocular infantil
12/10/2023
La visión se desarrolla desde el nacimiento y se consolida sobre los 7-8 años, durante esta etapa es fundamental que la imagen que llega al cerebro sea nítida.
Si este proceso no se realiza correctamente y disminuye la capacidad visual de uno o ambos ojos, provoca la ambliopía, también denominada ojo vago.
Para tratar la ambliopía en primer lugar debemos identificar la causa, corregir el defecto refractivo mediante gafas o lentes de contacto, eliminar cualquier obstáculo visual (cirugía de catarata, opacidad corneal…) si existe, y hacer trabajar más al “ojo vago”.
Para ello la medida más efectiva y que hasta la fecha mejores resultados ofrece, es la oclusión del ojo sano mediante un parche. El tiempo y el horario de oclusión dependerán del grado y causa de la ambliopía así como de la edad del niño.
Existen a su vez otras alternativas a la oclusión, que englobamos bajo el término de “penalización”, y cuyo objetivo es provocar visión borrosa en el ojo sano.
Ésta puede ser óptica, mediante la prescripción de una gafa con graduación inexacta o filtros en el ojo sano, o bien farmacológica, mediante la instilación de un colirio que dilata la pupila del ojo sano impidiendo el enfoque.
Estas medidas constituyen una segunda opción terapéutica en niños en los que no se logra el cumplimiento de la oclusión, en casos de ambliopía leve, o bien como mantenimiento de la visión alcanzada tras el uso del parche.
La posibilidad de recuperación del ojo vago es alta si se diagnostica y trata antes de los 4 años, edad a partir de la cual disminuye progresivamente, siendo prácticamente nula a partir de los 9-10 años.
Lo que no aprendemos a ver en los primeros años de vida, no se va a recuperar posteriormente en la edad adulta. No actuar a tiempo puede condenar al niño a tener un ojo vago de por vida, por lo que es vital el diagnóstico precoz.
Es por ello que todos los niños, a pesar de no presentar síntomas, deberían realizar una exploración oftalmológica completa por parte del especialista a los 2-3 años de edad.
En general, a los niños no les gusta que les tapen su ojo bueno. Es fundamental la implicación de los padres y profesores para que el tratamiento funcione.
Para mejorar el cumplimiento debemos intentar ocupar al niño mientras lo lleva, realizando alguna actividad de su agrado. Otra opción, en niños más pequeños, es colocar el parche a sus muñecos favoritos o decorar los parches con pinturas, aunque hoy en día existen modelos con dibujos y colores muy variados, que resultan más atractivos a los más pequeños de la casa.
En ocasiones, se pueden producir recurrencias al suspender el parche. Sin embargo, si el paciente sigue las instrucciones en cuanto al horario y pauta de oclusión y acude regularmente a los controles con su oftalmólogo, esta complicación es prácticamente nula o inexistente.
Aunque los materiales utilizados actualmente en los parches son bien tolerados incluso en niños con piel atópica, a veces puede aparecer irritación en la piel periocular. Para minimizar y aliviar su aparición se puede usar crema hidratante y, a su vez, ir colocando el parche con distinto ángulo, o usar parches de distinto tamaño para dar tiempo a la piel a recuperarse.